Apenas recuerdo el nacimiento de mi hermano, contaba tres primaveras cuando me vino a nacer ese Géminis terco y parco en palabras que heredó el talento creativo de mi padre.
Recuerdo un matojo de rizos rubios al sol y a Sor María llamando a su querubín en el patio de San Vicente de Paul; también le recuerdo con el peto de pana por las rodillas saliendo de un lavabo y a Sor Francisca llevándoselo de un brazo al comedor para zurrarle.
El recuerdo de pasarle por encima a Sor Francisca con el coche seguro que es producto de mi imaginación, aún así, hasta lo paladeo cuando me da por evocarlo.
El pequeño me pilló con casi dos lustros, eso ya fue otra cosa, todavía se salvó de la ecografía para descubrirle el sexo, a Mam le daba igual, tenía su anhelada parejita y el IVA (como le vinimos a llamar por aquello de haber nacido en 1985) podía ser lo que quisiese. Le pregunté a la inmensa barriga de Mam una mañana de mayo, cómo se llamaría mi hermanita, cuando me contestó que Azahara le pedí al cielo que fuera un niño, que ya bastaban las rimas y las burlas de mi nombre como para desgraciarle la vida al enano que estaba en camino. Debí pillar a Odín inspirado, porque el pequeño llegó una madrugada del 12 de junio, para convertirse en el otro Géminis que marcaría mi vida.
Vaya dos, oiga... que no son hermanos, son gemelos con seis años de separación, que con ellos las he visto de todos los colores. Del negro de camión que atropelló al pequeño con tres años, al verde de la piscina que casi devora la vida del mediano con trece. Y ahí estoy yo, la Hermana Mayor, la Tata, la hazte cargo de tus hermanos, dales de comer, haz los deberes con ellos, quédate con ellos, acompáñalos a comprar ropa, la fan del baloncesto, la manager del bajista, la incondicional en todos sus tamaños y colores.
En esto van los años y pasan, pasan tanto que un día tu pequeño se encuentra contigo en un bar de copas y te paga una ronda, ahí te sientes mayor, muy hermana mayor, te das cuenta de que tu enano ya no es tan enano y te echas unas risas.
Dicen que hay hermanos que se parecen y otros que se complementan, menos mal que mis Géminis me tienen para redondearse a si mismos, porque yo soy la que llora con ET mientras ellos se doblan en el sofá de la risa; la que roba horas y horas de teléfono cuando ellos son de "Hola y Adiós", la que le da a la Clásica, al Indie, a la Móvida y les saca del Hip Hop y el Heavy Metal.
La que les escucha, les trae, les lleva, la que les remueve por dentro y les quiere de esa forma tan incondicional que sólo mi madre supera.
No soy de calibres, para mi los amigos lo son y punto... conocidos hay muchos, amigos pocos y muy muy buenos, adorados sólo dos... ¡Alejandro y Aaron!
No hay comentarios:
Publicar un comentario