no había caído la noche, la luz que se colaba por la persiana de la habitación apenas iluminaba sus ojos en la penumbra; aún así sabía que no dejaban de mirarme... sonaba "the long and winding road" con la dulce cadencia y familiar crepitar del vinilo debajo de la aguja.
la caricia de mi pelo sobre la espalda arqueada es lo primero que siempre recuerdo, como un caudal de millones de palabras inundó mi mente en lo que dura un parpadeo... y, durante unos minutos, sólo pude escucharlas al ritmo sugerente de "i me mine".
aquel primer temblor, la dulce y dolorosa sensación de haber contemplado un big bang con los ojos cerrados. la duda de no saber si se podría repetir aquella pletórica explosión seguida de una más que dulce contracción... un torrente de luz iluminando mi corazón y apagando todo el sistema lo que se tarda en exhalar. dos lágrimas solitarias recorriendo las mejillas enrojecidas de aquella teenager, que ya no he vuelto a ser, paladeando cada palabra de aquella frase repetida como un mantra:
nothing's gonna change my world...
nothing's gonna change my world...
nothing's gonna change my world...
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