jueves, 16 de octubre de 2014

with or without you

Yo escuchaba una cinta en mi maltrecho walkman y se enganchó; estaba sentada junto a la piscina del camping aplicada en descifrar el significado de aquella canción de la que apenas entendía palabras sueltas, rain, girl y poco más. Saqué la cinta machacada y me lamenté en voz alta. Él me miró de soslayo, estaba a un par de metros de mi y me tendió una que llevaba en el bolsillo de su cazadora vaquera sin mediar palabra. 

Se llamaba Rafa, había nacido apenas tres semanas después de mi, era alto, moreno, esquivo y se gastaba un par de ojos de los que no se pierden ni en mitad de una multitud. Nunca había hablado conmigo hasta ese momento, lo poco que sabía de él me lo había contado su hermana mientras hacíamos los deberes en su caravana la tarde anterior. Él había entrado en el avance pidiendo unas llaves a gritos y al encontrarse conmigo dio un respingo. 

Aunque han pasado muchos años, aún recuerdo como me miró de arriba a abajo y como sus ojos se cargaron toda la artillería defensiva de los míos, para acorralarme con un impertinente "¿Y tú quién eres?" que yo contesté con una sonrisa plagada de brakets, apenas hacía un par de semanas que llevaba la ortodoncia. De forma instintiva, él también me mostró los suyos al devolverme la sonrisa. Su hermana apareció con las llaves y él desapareció de un bote. 

Intenté coger la cinta y él la levantó de repente:
- ¿Te gusta u2? - preguntó
- No... sé si me gusta, no los conozco... - balbuceé
- Entonces no sé si eres merecedora de la joya que te voy a dar. ¿Qué estabas escuchando? - me estaba mirando, como no recordaba que nadie me hubiera mirado antes, la vida me ha traído otras miradas similares, pero estoy convencida de que él fue el primero en recorrerme con la mirada, dejando sus pupilas clavadas en las mías. 
- Beat...les - tartamudeé
- Buen principio, creo que sí que te la voy a dejar, es el "Joshua Tree" y está rebobinada, empieza con la mejor "With or without you"

Me cogió el walkman de entre las manos y en apenas un par de aleteos de mariposa había puesto en marcha la cinta y las primeras notas se abrieron camino a través de los circuítos y los cables, directas a mi corazón. 

Sin mediar palabra, me cogió de la muñeca y se volvió a sentar en el banco de piedra arrastrándome tras él... yo no podía pensar, aquella melodía aún no me era familiar aunque sonaba como si llevara dentro de mi las dieciséis primaveras que calzaba hasta aquel instante, las notas despiadadas y tristes de la guitarra, la pandereta, el bajo profundamente bajo y la voz del cantante, entre susurro y llanto al que apenas pude entender "wizowizouz you" hicieron que me emocionara de una forma distinta a toda la música que había escuchado hasta entonces y a medida que la canción crecía mi corazón se aceleraba. Mientras tanto, él me miraba con un esbozo de sonrisa en los labios, analizando mi reacción, sin mediar palabra. 

Me he vuelto a sentir así tantas veces que no soy capaz de cuantificarlo, para cuando el cantante se desgarraba al final de la canción, acabando igual que empezó, con los ecos lejanos de una guitarra desolada y una pandereta. Una rubia más guapa y más todo que yo asomó la cabeza por la puerta del bar y él se incorporó de un salto para marcharse tras ella. A mi no me importó, rebobiné la canción y la escuche tres veces más antes de pasar a la siguiente y volví a mi caravana, cené con los auriculares puestos y no paré hasta quedarme sin pilas. 

Intenté devolverle la cinta a su hermana al día siguiente, me dijo que me la quedase, que su hermano le había dicho que él se podía grabar otra. Mis padres recogieron la caravana y nos marchamos.

Tres días después, cuando ya me atrevía a reproducir fonéticamente toda la letra de "With or without you" y gran parte de "I still haven't found what I'm looking for", cuando rebobinaba y rebobinaba con tal de volver a escuchar "In Gods country" o "Bullet the blue sky" y me quedaba dormida con los auriculares puestos; me hice con una revista que les llevaba en portada como lectura para el odontólogo.

La enfermera me pasó directamente a la consulta, no me hizo demasiada gracia porque me quedaba sin poder leer la revista, me tumbé en la butaca refunfuñando y más cuando el odontólogo me confirmó que ya tenía lista mi "barandilla", una pieza de metal que se enganchaba a dos cánulas asidas a mis molares principales y se sujetaba haciendo palanca contra la boca por una goma elástica que debía engancharme por detrás de la nuca. Le dí al play nada más ver el aparato y cuando el dentista se levantó de su asiento para ir a buscar la cámara de fotos dejé correr dos lágrimas de dolor y vergüenza por la que se me venía encima en el instituto. 

El respingo del ocupante de otra butaca que había me hizo mirar hacía él. Y Rafa me miraba y sonreía desde la butaca contigua: 
- no llores, rockera, no te pega nada... ¿me dejas esa revista? 

Nadie me ha vuelto a llamar Rockera, pero han pasado 22 años y sigo escuchando a U2. 



lunes, 8 de septiembre de 2014

volveré

Darle un trago al gin tonic y saber que este estado, aunque no permanente, vino para quedarse. Sentir que no se siente nada cuando el sentido deja de tener sentido de repente, sin pasar por la casilla de salida ni cobrar los 200 euros. Mirar al mundo con los ojos inundados de unas lágrimas que saben a decepción y que no duelen porque no hay corazón para soportarlas, porque la nada no puede sostener nada.
Escuchar a tus dioses intentando olvidar a quien dedicaron la canción, evocando aquel momento que llenó de luces el tenebroso cielo de Dublín. Paladear hasta el hastío el recuerdo tardío de lo que jamás fue felicidad completa pero sí certeza absoluta de donde empezaba todo.

Menos menos mal que no sonaba "Sometimes you can't make it on your own"



miércoles, 12 de febrero de 2014

en otra vida (Parte II)

Retomando el hilo, empecé la primera parte de esta entrada contando que hace unos pocos DE años le pillé lo que viene siendo un profundo sentimiento de repulsión a la capital del reino. No diré que en las sucesivas ocasiones en las que, por obligación o por placer, visité la Villa de Madrid no recordé todos y cada uno de los detalles que te conté en la parte contratante de la primera parte y, aunque mejorando aquella vez, el recuerdo siempre consiguió quedarse, ganando con su peso que me sintiese Malvenida en la ciudad.

El día que Mir me contó que se marchaba a Madrid a cambiar su vida bien pensé que mejor Barcelona, Londres, Ámsterdam o Roma y, aunque no le dije nada, creí que acabaría llamándome para poner a Madriz con todos y cada uno de sus madrileños a caer de un guindo. De eso hace cinco años, un lustro ya... aunque ha habido muchas llamadas con auténticas historias para no dormir; lo cierto es que mi amiga bien sabe convertirse en una boquerona más en ese inmenso banco de peces, tiburones, rémoras y cefalópodos que empieza en la señal del Kilómetro 0 y termina pasado Parla (o por ahí).

Es más, [parafraseando a Hannibal Lecter] Madrid con ella dentro es mucho más interesante y cada vez que voy a verla más me acostumbro a su ritmo y a lo imprevisto de sus recovecos.

La semana pasada me acerqué a visitarla, creí que le iba a hacer falta y también creo que no me equivoqué así que, aunque sólo sea por eso, el viaje empezó muy bien. Tras recorrer la ciudad buscando exteriores de algo que lleva años gestándose y que ya va siendo hora que le dé por salir [o a este paso hará la primera comunión ahí dentro] buscamos un sitio donde templar nuestros espíritus con un buen vino (u dos). Algo extraño para ser un miércoles, Cava Baja y alrededores parecía la Gran Vía de "Abre los Ojos" y los pies nos fueron llevando al "Mercado de San Miguel" pensando que no lo encontraríamos tan a tope como en ocasiones anteriores.

Y así fue, por una vez se podía pasear entre los distintos puestos gastronómicos y no decidir la composición de la cena a base de evaluar el puesto que menos cola tenga. Tras escoger ir abriendo boca con una tosta de burrata fresca, rúcula y tomate nos paramos en el puesto de las ostras; es por todos bien sabido que el mejor marisco del reino se encuentra en su capital y tras repetirnos el pensamiento y hacernos la boca agua nos encaprichamos de media docenita de ostras cóncavas de Gillardeau. Nos pudo la gula, no fuimos capaces de decidir si regábamos aquel capricho con vino, cava o champagne y dimos cuenta de ellas en lo que viene siendo un abrir y cerrar de bocas.

Él nos pilló decidiendo nuestra siguiente estación y lo primero que hizo fue reñirnos [como otrora hiciera el chulito de Nuevos Ministerios aunque con una sonrisa en los labios y sin una pizca de maldad en sus palabras]. Hacía unos minutos que estaba a nuestro lado en el mostrador, ni siquiera le habíamos prestado atención hasta que se dirigió a nosotras recriminándonos haber dejado la tosta para después de las ostras.

Ni Mir ni yo nos dimos cuenta, apenas parpadeamos un par de veces y ante nosotros teníamos media docena de ostras gallegas y dos copas de cava "L'Americano" [que ni mi amiga ni yo conocíamos hasta aquel moment y nos sorprendió por su particular frescura en boca] nos advirtió, con la soltura que le da la práctica [algo me dice a mi que no era ni la primera ni la vez que hacía cien que al más puro estilo del Rufino de aquella canción de Luz, invitaba a desconocidas a comer ostras con cava] que no era necesario que nos preocupásemos por nada: "Estáis en Mariscos Morris y así se llama porque el dueño soy yo y tengo mucho morris... "

Cayeron tres botellas de cava y perdimos la cuenta de las ostras, en la deliciosa compañía de quien ha habitado el Mercado de San Miguel casi desde la infancia; alguien que ha vivido detrás de ese mostrador remodelaciones, expropiaciones forzadas y toda la vida que puede tener uno de los mercados más emblemáticos de la urbe. Aprendimos que "L'americano" era tan fresco porque se madura con azúcar de caña en lugar de remolacha y casi nos olvidamos del gallego que nos esperaba un par de manzanas más abajo después del partido [aunque eso es otra historia que ya veremos si cuento porque tiene derechos de imagen que no me puedo permitir].

Por primera vez sentí en mis carnes aquello de: "De Madrid al cielo" y prometí como Sabina sin yonkies, que escribiría nuestro encuentro porque todo lo que acabo de contarte, incluyendo la primera parte contratante, también se lo conté a él y nos reímos los tres y brindamos y volvimos a reír.

Tanto duró la risa que por una noche bien larga olvidamos lo triste del motivo de mi bajada a la capital, al chulo de Nuevos Ministerios, al jefe de Mir y hasta que nuestro presidente no es más que ese mindundi al que Obama regala M&Ms... tenía que contarlo y ya lo he hecho ahora sólo me falta volver y la próxima vez será para un estreno, una mudanza y para regalarle una botella de sidra al genio del Mercado de San Miguel.

de fondo podría sonar: el "Pongamos que hablo de Madrid" de La Mandrágora 


jueves, 6 de febrero de 2014

en otra vida (Parte I)

En otra vida fui muy hija de piiiiii, sólo así puedo explicar las cosas que me pasan sin patidifusearme, apenas pestañeando y dibujando una mueca entre la carcajada de ultratumba y la inocente sonrisa de quien nada tiene que ver con el asunto... ¿qué le voy a hacer? ¡a mi me dibujaron así!

Entraremos en el meollo con premura, que dentro de una hora tengo que coger un bus y todavía tengo otras cosas que hacer por el camino, pero si no lo cuento reviento... reviento porque no me lo creo y mejor lo cuento y lo hago bien, a ver si consigo tu opinión.

Hace cerca de 10 años, es posible que ni siquiera sea cerca y realmente ya sea una docenica colmada, llegamos a Barajas con destino Córdoba [la de España, que no la de Argentina] cuando digo llegamos me refiero a que acompañaba a la que fuera mi compañera de piso, tocaya y amiga, de origen cordobés para más señas.

Nuestro plan inicial, volar con Air Europa en Business Class a precio de turista, se fue al traste al llegar a Son Sant Joan; descubrimos que se había cancelado nuestra reserva por un malentendido con la compañía y que realmente pagaríamos Turista a precio de Business Class, saliendo en un vuelo ese mismo día y haciendo una escala en Madrid de unas 14 horas [o lo que tardaría el primer AVE en salir desde Atocha al día siguiente]. Ni quedaba remedio porque ya teníamos los billetes del tren; ni queríamos saber si lo tenía... íbamos a pasar unos deliciosos días de mayo a la ciudad natal de mi amiga y encima era la Feria de Córdoba [y si no la conoces no te lo puedo explicar pero que las ganas nos llevaban].

La primera sorpresa, al llegar a Barajas, el amigo de mi amiga que iba a recogernos tenía el móvil desconectado y ni siquiera sé si ha vuelto a conectarlo desde entonces [desde aquí un mensaje a todos esos que se comprometen a echarte una mano en una ciudad que no conoces y que luego desaparecen... ¿es que no sabéis decir que "NO"? ¿creéis que con apagar el móvil el asunto se soluciona? lo digo por experiencia, todavía estoy esperando al rubio que tenía que pasearme por Milán y algún día te cuento el resto, que también tiene tela]. Once y pico de la noche, dos nenas de ventipocos, dos maletas y ningún sitio donde quedarse un viernes noche de mayo.

Decidimos pasar la noche en el aeropuerto y tomar el primer Metro de la mañana a Nuevos Ministerios; segunda en la nariz, nos perdimos buscando la salida de la terminal 3 de Barajas, todo cerrado, casi a oscuras... a tientas nos encontramos con una guardia de seguridad que nos ordenó con toda la mala baba del mundo: "no me volváis a subir por aquí, ¿vale?" y yo pensando en qué narices andaba mi vida cuando decidí que iba a pasar una noche en Madrid, si no llevaba ni media hora y ya me quería ir.

Pasar la noche en la terminal fue entretenido, comimos [cuando pedimos tomate en el bocadillo el camarero nos dijo que lo queríamos "a la catalana" y contestamos que no queríamos hablar de política, que sólo queríamos tomate en el pan] bebimos, leímos y olvidamos lo sucedido con el amigo de mi amiga. Sacando en positivo que lo mejor que podía hacer era borrar su número. Con el primer Metro de la mañana, las ganas de perder de vista la cafetería del aeropuerto nos llevaron raudas y veloces a Nuevos Ministerios, allí pasamos cerca de media hora esperando un taxi, porque la zona es prolífica en bares y era el momento ideal para volver a casa.
Debería haber dicho ya que mi amiga mide cerca de metro ochenta, de aquella era "peligroja" y que no es de esa clase de chicas que pasan desapercibidas. A pocos metros de nosotras se encontraban un grupo de cinco chicos que [con la consabida soltura del castizo] no le quitaban ojo de encima a mi compañera.
La escena que le sucedió quedó grabada en mi memoria para siempre. El taxi paró frente a nosotras, el conductor bajó del coche e introdujo nuestro equipaje en el maletero y el más chulo de los cinco, ya a escasos dos metros, nos espetó: "lo estáis haciendo mal"

La conversación fue tal como sigue:
- ¿Mal? -pregunté porque no era capaz de entender
- Sí, maaaal... ese taxi es nuestro
- Perdona pero no, se ha parado frente a nosotras y llevamos más de 20 minutos esperando - replicó mi amiga
- Maaaaal, ese taxi es nuestro... nosotros somos de Madrid y vosotras acabáis de llegar, deberíais habernos dicho a dónde vais y, si nos queda cerca, lo compartimos.

Creo que no seré capaz nunca de llegar a describir el nivel de anonadamiento que me provocó el comentario, como soy muy hija de piiiiii y no ando mal de reflejos, mientras subía al asiento trasero del coche asomé contestando:
-Bueno, pues lo haré bien, nosotras vamos a Atocha y si os queda cerca os acercamos...
El más chulo de los cinco miró hacía sus compañeros y yo cerré la puerta del taxi para pedirle [con la más angelical de mis miradas] al taxista que nos llevase a Atocha más aprisa que corriendo, que quería quitarme de encima Madrid cuanto antes.

Así... como quién no quiere la cosa, nació mi natural aniMADversión a la capital del reino, en breve te cuento el resto...

de fondo podría sonar:
Get along - Maika Makovski


lunes, 3 de febrero de 2014

también me pillará viviendo...

No cumplo mi palabra, una vez más. Mañana estaré en Madrid para cenar y había prometido no volver al teclado hasta haber dejado atrás las luces de la capital, es lo que tiene esto de la inspiración... es muy bocazas...

La muerte de Philip Seymour Hoffman le ha dado al contacto y ahora el recorrido se debate entre reconocerle el mérito a una impecable carrera a la que sólo se le pueden poner las tópicas pegas por tropezones comerciales que en mi caso olvidé por completo en los primeros diez minutos de Capote o convertirme en la pervertida macabra que añade una muesca más a la imparable carrera de Madame Heroine en esto de llevarse genios a la tumba.

Lo cierto es que, sea por lo que fuere, el "rubiales loco" (como le venía a llamar "El Piloto" cuando le veía aparecer en El Talento de Mr. Ripley, Magnolia, Boogie Nights o La última noche) fallece en ese momento que nadie lo esperaba y nos deja con esa extraña sensación de creer que todavía le quedaba mucho por decir.

Esto me hace pensar en esos tres que se fueron de la misma manera, de una forma abrupta y descorazonadora, dejándome con la palabra en la boca y el abrazo no dado en el cajón de los momentos que jamás llegaremos a vivir. Y pienso en ellos y con el cariño que les tengo les abro las puertas de mi pensamiento y comparto uno tras otro los momentos que llevan perdiéndose desde hace 15 años... y vuelvo atrás, a los callejones y la moto, el coche y el acantilado que se llevaron uno a uno a esos tres impresionantes seres humanos que no salían en ninguna otra película que no fuera la de sus vidas truncadas con el hastiado hostiazo del fatal desenlace.

Dando el valor necesario a todos y cada uno de los días que el marcador me deja acumular, sacándole el jugo gota a gota, paladeando cada palabra, exprimiendo la melodía como la banda sonora de este momento, dejando que Arma X diga lo que quizá ahora no sale porque vuelvo a teneros a los tres en mis retinas mientras un par de lágrimas recorren unas mejillas que todavía no se han acostumbrado a vuestra ausencia cargada de nostalgia de todo lo que nos quedó por hacer, de lo que no podrá pasar... un vacío que sólo puedo llenar con la promesa que os hice: El día que la muerte venga a buscarme también me pillará viviendo...

Siempre: Joan, Daniel, Gonzaga

de fondo suena, una y otra vez...




jueves, 30 de enero de 2014

El ingrediente secreto de Ira y mi Rösti de Patatas

Sucede que mi prima Marta tiene una sección dedicada a la cocina en su más que precioso blog "Mà a mà, pell amb pell, cor amb cor" donde intercambia recetas a través de un ingrediente común.

Sucede que he descubierto, por casualidad y así como quien no quiere la cosa, que mi dedicación a la cocina consumida en dosis diarias equilibra los niveles de estrés (y escuatros) de la campaña laboral a la que me estoy enfrentando desde octubre pasado y que no concluye hasta el próximo mayo.

Sucede que el ingrediente de este mes son las patatas y por falta de anchoas no he podido preparar la tradicional y deliciosa "Tentación de Jansson" con la que pensaba sorprenderla y recordar a Kajsa; una de esas dos tías suecas que la vida me regaló. Queda pendiente porque no vale que sean anchoas cualesquiera.

Tras descubrir "Ahorra con Jamie", la última de las publicaciones de Jamie Oliver me he decidido a preparar el Rösti de Patatas que ilustra esta entrada.

Para ir entrando en el asunto, la receta es tal que así:

Ingredientes (para dos personas):
- 300 gr de patatas
- 1 zanahoria grande
- 1/2 cebolla mediana
- 1/2 cucharada de mostaza de Dijon
- 1/2 limón
- Aceite de oliva
- 50 gr de guisantes (congelados también valen)
- 75 gr de rúcula
- 50 gr de queso Feta


Rósti de Patatas


Preparación: 
Precalentar el horno a 200º. Pelar las patatas, la cebolla y las zanahorias y cortarlas en paja (yo lo hago con la mandolina). Añadir un buen pellizco de sal y mezclarlo en un recipiente. Dejarlo reposar entre 5 y 10 minutos. Mientras reposa preparar el aliño mezclando la mostaza con el zumo del limón y un chorrito de aceite de oliva, un pellizco de sal y algo de pimienta.

En un cuenco grande echar un buen chorro de aceite de oliva y añadir un pellizco de pimienta molida. Añadir la mezcla de patatas, cebolla y zanahoria intentando sacar el máximo exceso de líquido y revolver en el cuenco hasta que se empape del aceite. Distribuirlo en una bandeja de horno previamente engrasada (yo la engraso con una pizca de aceite macerado con guindilla y eso le deja un toque picante muy rico) y tostarlo durante unos 30 - 35 minutos hasta que se dore y quede crujiente.

Mientras tanto cocer los guisantes, escurrirlos y pasarlos al cuenco del aliño.

Sacar la bandeja del horno, añadir la rúcula y desmenuzar el queso Feta. Servir junto con el aliño para que cada comensal disponga la cantidad que más le apetezca.

y... bon profit!

Ya me contaréis si os gusta y...

Sé, lo sé porque alguno me lo va diciendo, que esto está abandonado; me voy a atrever a decir que vosotros me tenéis abandonada a mi y así no hay quien tenga ganas de teclear... además, he estado tecleando para otros y no puedo contar más porque es lo que tiene ser un Negro, que no puedes hablar de dónde se pueden encontrar tus palabras. Me atrevo a decir que algo hay... pero eso será cuando vuelva de Madrid... la semana que viene si eso...


domingo, 12 de enero de 2014

y si tengo que volver...

sólo puede ser con ellos sonando en el altavoz, el coche, el auricular o lo más profundo de mi ser...

Vuelvo, claro que lo hago, siempre vuelvo... no puedo evitarlo, moriré guardando unas letras para más tarde, no me cabe duda alguna, así que tras la vorágine de diciembre sus festivos de postura y de postín... aquí estoy de nuevo.

El mundo quizá no ha cambiado en mi ausencia, Mandela ha muerto, la Infanta Cristina está imputada y la pólvora que huelo en el aire no es la de las Fallas de Valencia... ojalá que no me equivoque y no sólo vuelva yo... volvamos todos, a creer que se puede, a tomar las calles y a ser los amos y señores de quienes creen que señores nuestros son.

Hoy vuelvo, claro que vuelvo... vuelvo con Gravity en la retina, Dublineses en el libro electrónico, la agenda cargada de proyectos y con "ellos" sonando de fondo...




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