viernes, 29 de noviembre de 2013

¿quién eres tú?

Debo reconocer y reconozco, que algo de cariño te tengo; quizá porque contigo he compartido una vida, dos excursiones, tres cafés, cuatro viajes, cinco noches de fiesta, seis asignaturas de la carrera, siete días de una semana, ocho copas de vino, nueve pesadillas y media o diez bajadas a los infiernos.

Quizá por eso, no más por eso, tolero y agacho la cabeza cuando me topo contigo en la cola del super, te dejo llegar, tomar posiciones, explorar el terreno al más puro estilo Ignatius Reilly y plantarme en la cara una tras otra tus lecciones.

Una vez me enseñas a cocinar, otra afirmas que estoy acabada cuando siento que acabo de empezar, alguna vez me has dicho lo que tengo que leer, comer, beber y vestir, otras te has atrevido a decir que me equivoco en lo que siento... lo sabes todo de mi, eres como la portera del cuento, tú siempre un poquito más.

Te he visto tachando de ignorante a quien tres vueltas te da; sonreírte de los "necios" que te rodean: pobres, se han atrevido a pensar... no saben, no entienden, nunca podrán llegar ni a enterarse de que tú estás en posesión de un "Criterio universal", uno de esos que todo lo pueden, que todo lo saben, que todo lo valoran con la suma perfección de quien no se equivoca jamás.

Mírate al espejo, anda... a ver si consigues que tu ego entre en el marco y te ves al completo: tus títulos, tus lecciones, tus manidas y recurridas expresiones...

¿quién eres tú?  el que olvidó aprender la más importante de las lecciones, que no sabe nada...



jueves, 28 de noviembre de 2013

Ara... Malikian!

Surgió de la nada que lleva consigo la inopia, fue en julio, nos pilló de vacaciones en Mallorca. Días de sol a toda velocidad, reencontrando rincones de la isla que no pisaba desde la infancia, visitando las visitas obligadas, descubriendo una cala en mitad de la nada un poco más allá de las Cuevas del Drach.

Fue un día de esos, no sabría decir cual, aunque tenga la fecha guardada junto con la entrada y el breve lapso de tiempo que disfrutamos el pasado julio en el Castell de Bellver.

Volviendo al principio, llamó Crisita [quien en lo referente a descubrimientos musicales me suele llevar tres pueblos] para cuando conseguí entender lo que me estaba contando le había dicho que pasaba de ir a un concierto de quien no conocía, que el dinero hay que invertirlo en la apuesta segura [no vaya a ser que se te quede cara de primo al final del espectáculo].

Él me preguntó: "¿qué?" y yo contesté: "Ara... nosequé!", repetir la danza, las algarabías y casi los vítores que le sucedieron me resultan más que imposibles, básicamente porque no sé silbar con los dedos y Él sí.

- ¡Ara Malikian! el violinista libanés de origen armenio que toca en la Orquesta Sinfónica de Madrid.
- ¿lo qué? ¿toca el violín?
- no sólo eso, ¡ya lo verás!

Recuerdo haber invitado a la familia y que una no pudo venir por estar reponiéndose de un achaque con cirugía incluida; la otra al principio de la conversación pensaba lo mismo que yo[que lo que no se sabe hay que probarlo] y al final, pues que venía.

Y menos mal, menos menos menos, ¡menos mal! Que si no llego a ir no habría ido y de no haber estado no habría pasado una gran noche, con el universo infinito sobre nuestras cabezas, con brisa pero sin abusar ["a la fresca" que desimos en Mallorca] en el patio central de Bellver [único castillo circular de España] sobre el escenario la magia, el arte y la gracia del violinista entre los violinistas, un terremoto que no toca el suelo mientras toca, que saca lo mejor de tus recuerdos con cada acorde ya sea fusionando flamenco y el Payo Bach como recordando el agua que corre con José Luis Montón.

No he mencionando todas y cada una de las sonrisas que nos provocó durante las dos horas que duró el espectáculo, sólo puedo recomendarle una vez más, cosa que hago desde entonces a todo el que conozco. [Sé que por ahí ya me van llamando "la loca del violinista ese", #amimedaigual].

Creo que la Felicidad hay que compartirla, ya sea en un buen plato, copa o en un gran [y para nada aburrido] concierto de violín.

y de fondo sonaba: 



miércoles, 27 de noviembre de 2013

¡No sopppoto!

Los que avasallan, los que se dejan avasallar, los que imponen, los que explotan, los que mienten y difaman porque algo queda, los que dividen para vencer, los que dicen "te quiero" y sólo quieren follar, los que escriben con faltas de ortografía, los que no valoran el esfuerzo, los que te enseñan a hacer tu trabajo, los que no callan ni encima ni debajo, los que no leen más allá del titular, los que creen que han llegado muy lejos por tener una carrera, los que no escuchan, los que hacen como que escuchan, los criterio universal, los príncipes de Bekelar, las princesas de Mattel, los dueños de la verdad...

¡No os sopppoto!

seguro que alguna vez os habéis sentido igual...
y de fondo podría sonar:

martes, 26 de noviembre de 2013

Sin mirar atrás

Te dirán, llegarás a oírlo hasta el hastío, que cualquier tiempo pasado moló mogollong... y como no estuviste ahí, no te quedará más remedio que creer que algo de razón llevan.

Creerás, no te quedará más remedio, que nada puede superar a los años del verano, cuando cegada por la luz del sol nunca verás la noche llegar.

Hasta que llegue el día en el que el calendario te diga que has recorrido la mitad del camino; ahí no quedará más remedio que hacer un ajuste de cuentas, reducir a números todo lo visto y cuadrar el balance. Y lo harás sin mirar atrás, dejando que no pese lo pesado, que no duela lo dolido, que no vuelva ese pasado que, gracias a ti, se ha ido para no volver... y saldrás del cierre de ejercicio con la sonrisa de quien permanece invicta fuera del redil, disfrutando a cada paso de lo que aún queda por caminar.

El camino recorrido no es más que eso, una parte de una senda que se bifurca con suerte en dos nuevos caminos cada cierto tiempo, no se puede volver atrás, no hay varita mágica que te devuelva al punto de partida, apechuga con lo andado y disfruta de la vía de baldosas amarillas que se tiende a tus pies, pues no hay castigo peor que añorar lo que nunca existió como canta el del bombín.

Sí, por supuesto, hoy tecleo para ti querida Mir, porque ayer miraste atrás y viste que el camino que dejaste no tenía sentido, ni espacio, ni razón... y espero que te sirva para no volver a mirar, que no hace falta.



                                          y de fondo podría sonar:

lunes, 25 de noviembre de 2013

Aquella vez que me desnudé


Aquella vez que me desnudé... la primera vez que me desnudé frente a una cámara acabé literalmente cubierta de barro y metida en una caja. Como se suele decir, era por una buena causa,  Nando Esteva estaba preparando "Rostros by Nando Esteva" un proyecto personal de fotografía artística sobre la lucha contra el Cáncer y acabando con algún que otro fantasma, me metí en la caja, en el papel y hasta quedé con ganas de repetir. No es sencillo describir la sensación de como sientes que la cámara está guardando para siempre aquello que tú consideras nadie debería ver y se te pone el corazón a mil, como en la primera clase para aprender a conducir. Hasta que llega el primer click y te dices: "Bueno, ya está, ahora ya no tiene remedio, así que déjate".

Me dejé, me dejé tanto tanto, que acabé disfrutando y descubriendo que sí, que no soy "noventasesentanoventa" pero tampoco lo quiero ser a cualquier precio. Me acepto como soy al mismo tiempo que me niego a operar, a someter a mi cuerpo al castigo del hambre o del dolor. Mi cuerpo no es más que mi envase, el medio de transporte de la vida que tengo dentro y no lo castigo, ni con carencias, ni con excesos.

No quiero correr detrás de esa juventud que ya ha empezado a escapar, me niego a acabar clamando a los vientos que ella era un divino tesoro. En mi concepto de Dignidad tengo una palabra para esas personas que se niegan a la obviedad de la edad y el espejo.

Belleza no ese canon estereotipado remanido y relamido que tantas mujeres repiten como un mantra: rubia, piel sin manchas ni imperfecciones, medidas proporcionadas, talla 36, tacones, maquillaje, pelo teñido, depilación hasta la obsesión, crema antiarrugas, loción antiflaccidez, antiestrias, anticelulítica, botox, injertos, extesiones, cirujia plástica, silicona, reducción de abdomen, de nalgas, liposucción, cavitación, tratamientos de choque frío calor...  si eso es "cuidarse" prefiero morir de un atracón de Vino con sobredosis de Hidratos de Carbono.

Por mucho que te pongas, dice el refrán aquel, que mono te quedas... la naturaleza y hasta el que tengas a tu lado pueden acabar poniéndose en tu contra, como el caso de la mujer china que se operó algo más allá del infinito y cuando se casó con el hombre de sus sueños de perfección fue denunciada por tener hijos feos y haberle engañado. 

Esa belleza no te va a hacer más feliz, si no eres bella por dentro y te quieres lo suficiente como para que sea a ti a quién recuerden y a no tu perfecto trasero.

Hoy mismo me apunto al Proyecto Nu, espero tener la suerte de ser seleccionada.






sábado, 23 de noviembre de 2013

Mi otro yo

Te he tecleado tanto y todavía me queda una vida entera para teclearte un poco más, los iguales que se encuentran suelen olisquearse, reconocerse y apreciarse. Si bien el día que nos encontramos no debí creer que fuera capaz de despertar tanta antipatía junta, tenía yo un resfriado mental, las narices tapadas y me había dejado en casa el instinto.

Quizá por eso te regalé toda mi mala baba, ese "no" obtuso y sin motivación ninguna que nacía como "Sí, sí, sí..." en mi pensamiento y llegaba a mis labios como piedra que arrojarte con el desprecio del aprecio castrado.

Y mira tú por donde, que no soy capaz de recordar ya tantas cosas y todavía recuerdo aquel pastel de chocolate con tu nombre escrito en azúcar, en como llegaste a casa el primero y te marchaste el último. Ese día pusiste un pie en mi trinchera para quedarte en ella para siempre y supe, porque lo sé desde entonces, que donde quiera que fuera siempre ibas a estar a mi lado, ya fuera disparando, preparando planes de ataque o emborrachándote del tremendo sabor de la victoria.

Mi otro yo, mi reflejo hecho ser humano, otro que no puede vivir sin Justicia, Verdad, Educación, Respeto y Pasión. Por mucho que nuestras sendas discurran con media Europa por en medio; Tú a Ámsterdam y yo al valle de Santa Bárbara, no hay día que no piense en ti, no hay momento en el que no te escuche y te sienta a mi vera, siempre a la verita mía. 

                                          y de fondo podría sonar:


viernes, 22 de noviembre de 2013

El día que descubrí que te reías de mi

Si me paro a pensar en ti, porque alguna vez al callo que tengo en el alma le da por sangrar; sigo sin explicarme como fui capaz de quererte y admirarte durante tantos años. Eras mi confesor de las sábanas azules, el compañero perfecto de mis juegos infantiles, el más preciado de mis amigos.

El día que descubrí que eras capaz de reírte de mi con tus amigos, de hacer burla a mis espaldas, como un sucio y rastrero traidor, no sólo cayó el velo que tapaba mis ojos, también se abrió una herida que llegó a consumirme; me sentí culpable sí, no sabía qué había hecho para que la admiración que te profesaba no fuera mutua, que el cariño que había cultivado durante catorce años no era más que una pantomima, un juego en el que tú eras el gato y yo un escuálido ratoncillo del que burlarte haciéndome creer que había merecido tu cariño.

Creí que siempre había sido inferior a ti, a tu sobrada apariencia de perfección, a tu consabida forma de aparentar un cariño que finges, porque no eres capaz de querer a nadie que no seas tú mismo. Años llevó el proceso de restarle la culpa a tus "te quiero" de descubrir que la fidelidad es una de mis virtudes y que te fui fiel, es más aún lo soy cuando hablo de esa infancia compartida que se rompió una tarde de verano bajo el sol.

Desde entonces no busqué tu compañía, no me ilusioné con la posibilidad de compartir otro momento, no he vuelto a pensar siquiera en hacerlo, porque tu máscara se resquebrajó en mil pedazos dejando ver la deformidad del monstruo que llevas dentro partiendo mi corazón por el camino. Y me despedí de ti, sin hacer ruido, como merecías más que cualquiera de los sucesivos sujetos que rompieron el regalo de mi confianza y mi cariño. El primero siempre duele más, porque es el que abre el bote de la decepción, aprender a cerrarlo es una dura tarea que no hace sino recordarte el amargo sabor que deja la falta de inocencia, el hastío de la duda.

Nunca te dí las gracias, debería haberlo hecho, porque nadie podría fallarme más que tú, desde entonces nada ha dolido tanto como el día que descubrí que te reías de mi, cuando guarde todo el cariño que te tengo una caja que cerré con mil cerrojos y puse tu nombre en la tapa para no olvidar que por debajo del dolor te seguiría queriendo.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Paint it black

Irlanda, esa otra isla en mitad de otro mar y yo tenemos una extraña relación de amor que los años alimenta con música, tradiciones y gastronomía.

Calzaba yo apenas diecisiete años la primera vez que me la llevé a la boca, fue en una taberna emblemática de Palma que no sólo todavía existe, sino que sigue siendo igual de carismática que antaño, en su carta más de cincuenta tipos distintos de cerveza y a la verita mía un tipo al que seguí durante cuatro años que las había probado casi todas.

De aquella no bebía cerveza, es más, las tipicas "rubias" me sabían a orines y pasaron dos décadas antes de que me diera por beberlas, fue en Guadalajara, en las fiestas de Málaga del Fresno, pero eso... es otra historia.

Volviendo a L'Orien, pues así se llama el templo de la buena cerveza de mi Palma natal y a mis diecisiete primaveras, se me aconsejaron varias cervezas de frutas o que probase al menos media pinta de Guinness de barril. Y así, como quien no quiere la cosa, ella entró en mi vida. Frente a mi un estilizado vaso de media pinta negro como el tizón con un dedo de una espuma sólida blanquecina como la mousse de chocolate blanco que a veces me da por preparar. Mi acompañante dibujó una luna en la espuma y hasta más de la mitad del vaso pude seguir viendo aquella media luna que se convirtió en parte del ritual que acompaña beberme una pinta desde entonces. A partir del tercer trago no sólo me acostumbré a su terco, amargo y espeso sabor, sino que descubrí que era el principio de una nuevo lazo que me unía a Irlanda, una vez más sin comerlo pero sí bebiéndolo. Así llegó Sant Patrick's Day y todos los 17 de marzo desde entonces no ha habido año que no celebre que los borrachos tienen su patrón.

Mezclando comida con Guinness un día descubres que se puede cocinar con ella, lo que viene siendo rizar un rizo que ya parece un tirabuzón. Ayer, preparé las costillas glaseadas con Guinness que unieron mi cerveza a la lista de ingredientes, aquí os dejo la receta, por si alguno quiere probar.



Ingredientes para 2 personas:
- 600 gr de costilla de cerdo entera
- 1 lata de Guinness
- 1 cebolleta con tallo
- 1/4 taza azúcar moreno (substituído por Sirope de Ágave)
- 1 cucharada de mostaza a la antigua
- 1 cucharada de salsa worcerster
- Pimienta molida, sal

Preparación:

Precalentar el horno a 200º, en una bandeja alta poner las costillas salpimentadas al gusto con la cebolleta laminada incluyendo los tallos y cubrirlas de cerveza. Asar las costillas durante 1 1/2 horas aproximadamente, a media cocción darles la vuelta para que se doren.

Pasado ese tiempo, sacar la bandeja del horno, en casa la mitad de las costillas quedaron sin glasear, asadas en el jugo de la cerveza y el otro comensal de mi casa las disfrutó así asegurando que estaban exquisitas.

Para glasearlas hay que sacar los jugos de la bandeja incluyendo la cebolleta a excepción de los tallos y reducirlos con el azúcar, la salsa worcester y la mostaza. Una vez que el caldo vaya tomando consistencia (unos 10 - 15 minutos) con una brocha pincelar las costillas y volver al horno aproximadamente 10 minutos, dando una vuelta para que el glaseado se adhiera por ambos lados.

El resto de la salsa se utilizará como acompañamiento de la guarnición que pueden ser unas patatas asadas con piel, patatas paja o lo que se os ocurra.

Adapté esta receta de esta otra de Ternera asada con Guinness (en inglés)



lunes, 18 de noviembre de 2013

Isabella


Dos lágrimas recorren mis mejillas, lunes por la mañana y ni siquiera es mediodía. Acabo de empaquetar las Berenjenas especiadas en una fiambrera y el sencillo, a la par que magnífico, aroma de la hortaliza a cardamomo y cúrcuma me transporta a una cocina de patio interior, pequeña y oscura en la que nunca se apagaban los fogones. No es la habitación la que provoca mi recuerdo, es más, en mi memoria siempre es mucho más grande, el universo concentrado en una cocina de apenas ocho metros cuadrados no es mágico por el espacio donde está ubicado, es más cosa de quien lo habitó durante toda mi infancia y gran parte de la adolescencia.

Estoy hablando de una mujer que no puedo recordar sin una quemadura, un corte, con una maraña de rizos canosos, dos mil arrugas y muchos, nunca he sabido cuantos, kilos de más. Parca en palabras, dura de mollera y de espíritu, educada sin madre a base de los palos que da la vida. Viuda dos veces, madre de cuatro y abuela, sobre todo ABUELA de nueve que se quedaron en ocho.

Y la recuerdo, la recuerdo en cada gesto que me acerca a la cocina, cuando las niñas de mi edad jugaban con plastelina, la que suscribe hacía figuritas con la masa de sus empanadas o de sus cocarrois y escuchaba, atendía a aquella voz quebrada que pocas veces le daba por reír y que daba lecciones sin apuntes, sin recetas por escrito, sin recuerdos con los que llenar los vacíos de su relato, quizá porque el dolor hubiera amargado el guiso y si hay algo que ella sabía hacer era cocinar.

La creatividad de la saga familiar, esa que toca el bajo en un grupo de rock, la misma que pinta abstractos con restos de pegamento, la que teclea, la que cosía... como el extraño pico del nacimiento del cabello de la frente común en mi padre, mi prima, mi padrino o yo misma... es parte de una herencia que no hemos tenido que educar gracias a ella.

La misma que levantaba sus ochenta y dos primaveras a las siete de la mañana para ser la primera en el Mercado de Pere Garau, llenando el carro de las primeras verduras, carne y pescado de los puestos para convertirlos en: Garbanzos con tomate, Berenjenas rellenas, Calamares fritos, filetes con patatas y aquella salsa de tomate espesa y dulce (con un misterio que sólo el azúcar podía resolver) que le colaba a mi primo Eduardo como "Catsup" porque en su casa no entraba un plato precocinado si ella podía evitarlo, no fuera a ser que su nieto comiera algo "con polvos". Para que los miércoles, el día que coincidíamos la mayoría de sus nietos en horario, cada uno se deleitase con su plato favorito de aquella mano que sabía que la felicidad entraba por la boca y se abría paso hasta nuestros corazones quedando allí para siempre, como así quedó en mi memoria.

Isabel García Coy no vivió eternamente, se fue una mañana de abril hace casi una década, dejando un hueco que sólo puedo llenar cocinando como ella me enseñó, poniendo todo el cariño en cada plato, llenándome de quemaduras y de cortes, para que cada olor me transporte a su cocina, a la memoria de una infancia plagada de pequeños grandes momentos que la convirtieron en ese recuerdo que muchas veces me hace temblar cuando la evoco, de pura emoción.

Los años me han enseñado que no se puede negar hasta que llega el punto final, negué tantas cosas que luego vinieron que no niego una maternidad que no existe ni siquiera en mi pensamiento y si algún día llega esa hija que mis padres tanto anhelan, sólo un nombre puede tener: Isabella.



Las Berenjenas especiadas las he sacado del magnífico blog "El Comidista

domingo, 17 de noviembre de 2013

Croquetas para Elena


"Hasta que llegó Montse, para poner la mesa, y casi a la vez, el Cabrero, que era a quien le había tocado ir más lejos.
- ¡Mmm!- cerró los ojos para paladear la penúltima croqueta que quedaba en la fuente, y cuando los abrió, cogió mi cabeza con las dos manos y me estampó un beso en la frente-. Voy a proponerte una condecoración, no te digo más. Me llevo la otra para el camino."

Almudena Grandes - Inés y la alegría, pág. 290

Ingredientes:
(salen unas 30) 

1 pegote de mantequilla (unos 20 o 25 gramos)
Aceite de oliva
4 cucharadas soperas colmadas de harina
1 litro de leche (sobrará)

2 huevos duros, picados
100 gramos de jamón serrano, picado
Pan rallado
3 huevos batidos
Sal

Preparación:
Las croquetas de Inés son un desarrollo de la receta tradicional, con un par de innovaciones personales. 
En una sartén honda, se calienta la mantequilla junto con un poco de aceite a fuego moderado, hasta que se funda. Se incorpora la harina, cucharada a cucharada, moviendo siempre con una cuchara de madera. Se da vueltas sin parar hasta que la harina esté ligada y ligeramente tostada, de color marrón. Si se aprecia que no hay grasa suficiente para tostar toda la harina, se añade un poco de aceite.
Inmediatamente después, sin dejar de remover en ningún momento, ni subir el fuego, se empieza a añadir la leche, poco a poco, trabajando bien la masa para comprobar que no hace grumos. Lo ideal es que la harina absorba por completo cada dosis de leche antes de añadir la siguiente, aunque cuando se comprueba que la bechamel está bien ligada, se puede incorporar más deprisa.
La cantidad de leche determinará el espesor de la bechamel, teniendo en cuenta que, a mayor cantidad de leche, la masa resultará más ligera y sabrosa, pero en la misma proporción, más difícil de trabajar después. Cuatro cucharadas soperas de harina requieren aproximadamente 800 ml de leche y un proceso de unos veinte minutos. En el punto intermedio, con la masa ligada pero no completamente compacta aún, se añade el relleno, dos huevos duros y 100 gramos de jamón serrano, todo picado pero no en exceso (el cuchillo y las tijeras son preferibles a la picadora eléctrica). A continuación se termina de cocer la masa, añadiendo la leche necesaria y salando con prudencia, porque el jamón habrá aportado su propia sal. Como norma general la bechamel, más espesa o ligera, según el gusto de cada cual, está en su punto cuando la cuchara de madera la arrastra consigo, dejando ver el fondo de la sartén, en cada vuelta, pero lo más seguro es probarla.
Después conviene dejar enfriar la masa, que espesará un poco al perder temperatura. Cuando ya está fría, se forman las croquetas una a una. Y una a una se pasan por pan rallado, por huevo batido y, de nuevo, por pan rallado. Este procedimiento de doble empanado - que aprendí de mi tía abuela Clara Grandes - endurece la cobertura y permite hacer croquetas con masas que llevan mucha leche y que por el sistema tradicional se desharían al freír. Si se preparan con mucha antelación, es conveniente volver a pasarlas ligeramente por pan rallado antes de freírlas, en aceite de oliva abundante y no demasiado caliente. Si la bechamel lleva mucha leche, es muy probable que mientras se doran en la sartén se rajen longitudinalmente, por un lado, pero no hay que preocuparse. Estarán más feas, pero mucho más buenas también. 


Querida Elena,
Sobrina de mi prima la mayor a la que no tengo el gusto de conocer en persona, esta receta es la de Almudena Grandes, mi autora favorita y autora del libro "Inés y la alegría" que ha inspirado el mini libro de recetas "La cocina de Inés" de dónde he sacado la receta para que tengas la base de tus anheladas croquetas.

Ahora llega tu prima con la puntilla, porque a nuestras croquetas no les vamos a poner jamón ni huevo duro, sino 250 gramos (aproximadamente) de pollo asado o el que sobra al preparar un caldo casero. Te recomiendo que lo desmigues bien y que saques cualquier huesecillo que pueda encontrarse entre la carne, yo suelo pasarlo por un picador manual, pero no es necesario.

También te hará falta una cebolla pequeña que picarás lo más menudo que puedas. Y al arrancar la bechamel, dorarás la cebolla hasta casi caramelizarla en la sartén con la mantequilla y un hilo de aceite.

Añadirás la harina siguiendo las intrucciones de Inés y posteriormente agregarás el pollo y una pizca de nuez moscada. El resto es tal y como en la receta del libro, doble empanado de pan rallado (por cierto, el mío siempre es pan rallado en casa, nunca me han gustado esos sobres que se venden por ahí y si hay un rebozado insuperable es el que se prepara con galletas Quely (las mallorquinas) molidas).

Espero que te guste y que entiendas la receta de tu prima, ahora mismo ya tienes dos recetas de Croquetas por el precio de una. Gracias, Elena; por pedirle las croquetas a tu madre, has sido toda una inspiración para volver al teclado y dejar con letras y palabras lo poquito que sé de cocina y cocinar, algo que he aprendido de mi abuela Isabel, tu bisabuela Paquita, tus tías abuelas Amparo y Gina, tu tío abuelo Joaquín y hasta de tu madre (quién me enseñó a preparar unas pizzas deliciosas hace más de veinte años).



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